martes, 1 de abril de 2014

75 AÑOS DESPUES

Hoy se cumplen 75 años del fin de la Guerra Civil, 75 años de la culminación del que seguramente sea nuestro mayor fracaso colectivo como nación, del enfrentamiento fratricida que dividió a todo el país y que inauguró una terrible dictadura que duraría cuatro décadas. 

Copia del último parte de la Guerra Civil
Podría, de hecho lo hago, regodearme en el triunfo innegable que suponen los 37 años que llevamos de democracia, de paz, de libertad y, aunque ahora nos cueste creerlo, también de prosperidad. Casi cuarenta años de progreso político, social, cultural y económico, no exento de altibajos y fallos, por supuesto, pero un éxito más que notable. 

Sin embargo no creo que esa sea la lección más adecuada para extraer hoy. Esa es la percepción para los buenos tiempos. Creo, honestamente, que lo más importante hoy es recordar todo lo que no hemos aprendido en estos 75 años, por culpa de unos o de otros, por nuestra culpa o por la suya, el hecho es que parecemos obcecados en repetir nuestros fracasos, o más bien, los errores que condujeron a ellos*.

¿A qué me refiero? pues a una cuestión vital para la supervivencia de la libertad, de la democracia y de una civilización digna de ese nombre. El respeto por el discrepante, por la minoría, por cualquiera que no piense como nosotros o no forme parte de nuestro grupo. Ojo, no se trata de respetar sus ideas, podemos y debemos criticarlas con honestidad pero sin miedo (y ellos, sean quienes sean, deben hacer lo propio con las nuestras) se trata de respetar a las personas, que son lo que realmente importa.

Les recomiendo que echen un vistazo a las redes sociales, los medios de comunicación o las tribunas políticas. Cada día se evacuan comentarios destinados a descalificar, a deshumanizar, a quien no comparte nuestros puntos de vista, son rojos, fachas, nazis, incluso asesinos, terroristas o golpistas. No importa lo que signifiquen cada uno de esos conceptos, ni lo que piensen las personas que buscamos denigrar, lo importante es dejarles al margen de la sociedad, incluso de la humanidad, convertirlos en objetivos legítimos. 

Así, cuando alguien decida acabar con el problema, o poner las cosas claras (entiéndanse los eufemismos) no faltará (de hecho ya ocurre) quien lo justifique calificando a los victimarios de héroes o diciendo de las víctimas aquello tan socorrido de "algo habrán hecho".

Tierno Galván, Fraga y Carrillo. Como dice el epitafio de Suarez "La concordia fue posible"
La nefasta Guerra Civil sigue ensombreciendo nuestro presente y futuro, y la culpa es nuestra. Nuestra por aceptar como válidos los esquemas intelectuales y políticos que llevaron a ella, nuestra por que consideramos lógico que la elección que nuestro abuelo (o bisabuelo para mi generación) hizo en aquel terrible momento condicione las elecciones que nosotros debemos hacer ochenta años después (por ejemplo hay gente que vota en las municipales según la adscripción política de su abuelo). Porque seguimos aceptando y revolcándonos en el fango de las dos Españas.

Puede que para mí sea más fácil, pues mi familia estuvo en ambos lados (y de ninguno de los dos recibí como herencia ese legado de odio cainita**), pero aún así, creo que es imprescindible que aprendamos la lección básica de la Guerra Civil y pasemos página por fin. Debemos recordar que el otro, sea quien sea, no tiene por qué tener malas intenciones, no tiene por qué odiarnos, no tiene que tener como objetivo nuestra destrucción, o la de todo aquello que nos importa. 

Yo no creo en las dos Españas, no creo que exista una fisura insalvable que separe a los buenos de los malos, no creo que haya buenos y malos. Creo, honestamente, que la inmensa mayoría queremos lo mejor para nosotros y para los demás, que no queremos machacar a nadie, que no deseamos la violencia, ni vivir atrapados en un circulo vicioso de rencores y odios. 

La solución está en nuestras manos, enterremos la Guerra Civil, hagamos justicia a los vivos, enterremos dignamente a los muertos, y dejemos el pasado como campo de trabajo para los historiadores. Nosotros tenemos muchas y más importantes cosas que hacer, al fin y al cabo, el futuro no se construye sólo.

* No creo que estemos al borde de otra guerra, entre otras cosas porque la sociedad de hoy no se parece a la de los años treinta, sin embargo debemos cambiar nuestra forma de ver al discrepante, porque dada la situación actual de crisis, y el recurso a la demagogia más irresponsable por parte de políticos y líderes de opinión, la glorificación de un bando de la guerra (no importa cual) y el desprecio por la magna obra que fue la Transición, qué quieren que les diga,  no sé cuanto nos durará la suerte.
** Mi abuelo paterno era falangista y mi bisabuelo materno luchó en el bando republicano y estuvo tres años preso después de la guerra. Curiosamente, aunque no conocí a ninguno de los dos, de ambos me llegó (a través de mi padre y mi abuela respectivamente) el mismo mensaje "Respétalos a todos, sólo exige que ellos te respeten a ti". No es mala herencia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario