Hoy se cumplen diez años de aquella mañana que
cambió de forma radical nuestra historia, diez años de aquella hora
que inundó nuestro corazón de miedo y desesperanza, diez años de
aquel minuto que trastornó para siempre la vida de miles de personas
anónimas que no habían hecho mal a nadie, diez años, en suma, de
aquel segundo en que 192 vidas fueron segadas de forma inmisericorde.
Diez años del 11-M.
Un momento de intenso dolor en el que como otras muchas veces los ciudadanos, la policía, los servicios médicos y los bomberos dieron lo mejor de sí. Respondieron con premura, con generosidad, con diligencia tratando de minimizar los daños causados por el cruel zarpazo de la bestia terrorista.
Lamentablemente el efecto no duró, la cercanía de
las elecciones, la querencia de nuestros políticos por la agitación
demagógica (ese insulto a la dignidad e inteligencia del ciudadano)
y nuestra afición a actuar en todo dividiéndonos en banderías hizo
que, tan sólo, un par de días después aquella unidad que nos había
hecho ser mejores como nación, como ciudadanos (¿no recuerda Ud.
las masivas manifestaciones contra ETA cuando el secuestro de Miguel
Ángel Blanco?) y habíamos sustituido las únicas preocupaciones
legítimas, ayudar a las víctimas y perseguir a los culpables, por
un cruce de acusaciones, la mayoría de ellas, sencillamente falaces.
Diez años después la situación dista mucho de
haber mejorado, la herida del 11-M sigue sangrando. Diez años después
las actitudes y decisiones que tomamos en los días posteriores
siguen determinando nuestro comportamiento, negándonos a aceptar que muchos, quizá todos, nos equivocamos. Puede que esta sea la
razón por la que se ha tratado de extender un velo de silencio sobre
el atentando, sus culpables, sus causas y sus consecuencias.
La petición que más habitualmente escuchamos a las
víctimas del terrorismo se resume en un frase “Memoria, Dignidad y
Justicia” y es aquí donde se encuentra nuestro fracaso más
vergonzante porque no hemos cumplido ninguna de las tres.
¿Justicia? ¿Cuando nos negamos a seguir
investigando lo ocurrido? Aún no sabemos quién organizó los
atentados (ni otras cuestiones) al respecto solo hay teorías, y la
mayoría carecen de base sólida. Ni siquiera sabemos quién puso las bombas en los trenes.
¿Dignidad? ¿Cuando hemos dividido a las víctimas
en buenas y malas? ¿cuando a unas las reconocemos las más altas
virtudes y a las otras las negamos incluso su dolor? O eres de Pedraza
o de Manjón, y ésta es nuestra mayor vergüenza, puede que la culpa
esté muy repartida (incluyendo a las propias asociaciones de
víctimas) que la mayor parte corresponda a los políticos en general
y a los gobiernos de José Luis Rodriguez Zapatero en particular,
pero en esto todos tenemos responsabilidad, todos nos hemos sumado,
en mayor o menor medida, a ese enfoque de la cuestión. Hemos
enfocado las diferencias de criterio de las víctimas como si de un
Barça-Madrid se tratara.
Y por último Memoria, en este aspecto es donde
nuestro fracaso es mayor. Cada año se celebran homenajes, en días
como hoy se suceden los actos oficiales, pero ni siquiera hemos sido
capaces de organizar un acto unitario, hasta en esto estamos
divididos, una acto con las víctimas buenas y otro con las malas ¿se
puede ser más ruin? ¿Cómo podemos hablar de memoria si ignoramos
intencionadamente una parte importante del dolor? ¿si nos negamos a
examinar lo que hicimos, todos, durante aquellos trágicos momentos?
¿si cerramos los ojos ante los numerosos errores (no quiero pensar
que alguno de ellos fuera otra cosa) que se cometieron antes durante
y después de aquellos tres días de marzo que cambiaron España?
Errores que, de repetirse, podrían permitir otro atentando similar.
El objetivo de los terroristas eramos todos y cada
uno de nosotros, las víctimas ocuparon involuntariamente nuestro
lugar, por eso deben ocupar un lugar de honor en nuestra sociedad, en
nuestra política, esto no significa que tengan siempre razón, o que
el Gobierno deba adaptar su política a las opiniones de las
víctimas, desde luego que no. Pero el Gobierno, la sociedad, que
ningunea a las víctimas recorre un oscuro camino, una senda que le
aleja de la democracia, de la libertad, e incluso de la civilización.
Mi más cariñoso recuerdo para todas y cada una de
las víctimas de este y cualquier otro terrorismo. Yo, como otros
muchos ciudadanos, no os negaré jamás la Memoria, la Dignidad y la
Justicia, es todo (y lo menos) lo que puedo hacer. Siéntanse libres de
comentar.
Jamas podré olvidar el lugar, la hora, la compañía ni incluso lo que estaba hablando en el momento que me
ResponderEliminarradiaron las primeras noticias... Pasa y pasan los años sin que la sensación de oportunidades perdidas y vergüenza dejen d incrementarse.
Jorge Francisco Pérez