viernes, 7 de marzo de 2014

LA SITUACIÓN EN UCRANIA (Y 6): LA INVASIÓN Y SUS CONSECUENCIAS

Hablábamos ayer de la falta de respuesta por parte de occidente, del aumento de la belicósidad de Rusia (en parte motivada por el hecho de que la OTAN ha incumplido reiterádamente sus acuerdos de no extenderse más hacia el este) y hoy nos toca hablar de las consecuencias que ya están teniendo lugar.

En primer lugar debemos echar un vistazo a las justificaciones alegadas por Moscú, concretamente las referidas a la seguridad y dignidad de los rusos que habitan en Ucrania, muy especialmente los que residen en Crimea. Es cierto que el nuevo gobierno surgido tras el cese de Yanukovich ha cometido varios errores al respecto, como anular la co-oficialidad de la lengua rusa en las regiones orientales y que resulta preocupante, cuando menos, la presencia en la coalición (por llamarla de alguna manera) opositora, de ultranacionalistas y, sobre todo, fascistas (literalmente) como el partido Svoboda (Libertad, hay que fastidiarse) que ha tenido un papel preponderante en los disturbios y que ha seguido forzando las cosas después de la destitución del Presidente. Sin embargo esto no justifica en ningún caso que Rusia viole el derecho internacional (y de paso el punto primero de la llamada doctrina Medvedev que rige, oficialmente, las relaciones exteriores rusas) e intervenga en un país soberano, o que envíe tropas no identificadas (lo que a su vez también viola el Derecho de Guerra), especialmente porque a día de hoy no hay ninguna prueba que indique que desde las autoridades de Kiev se esté llevando a cabo alguna acción contra las minorías rusas. A este respecto enviar observadores internacionales sería un buen punto de partida (Ucrania ya los ha pedido) pero difícilmente sería suficiente.

Los rusos de Crimea tienen miedo del Gobierno de Kiev, entre otros motivos porque Rusia se ha encargado de ello, ya que su propaganda en la península es omnipresente, pero esto sigue sin justificar la intervención. El principal problema con la argumentación de Rusia es que es calcada a la que utilizara en 1938 Hitler para justificar su anexión de los Sudetes (Checoslovaquia) también allí había ciudadanos de origen alemán, y también temían al poder central, uniformador, de Praga. Las consecuencias de aquella intervención, y del consentimiento por parte de las potencias hegemónicas en la Europa de entonces (la conferencia de Munich fue uno de los actos políticamente más vergonzosos de los que tengo noticia), fueron la conquista de Checoslovaquia, a la que siguió poco después la de Polonia y la Segunda Guerra Mundial. El resultado es de todos conocido, aunque, como dije ayer, parece que no hayamos aprendido nada. Como anunciara Churchill "os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra, elegisteis el deshonor y tendréis la guerra".
Neville Chamberlain a su regreso de la Conferencia de Munich, exhibe el acuerdo firmado por Hitler comprometiéndose a no ocupar más territorios y que "garantizaba la paz para su generación" (Getty)
Es cierto, no hay que olvidarlo, que Crimea ha pertenecido históricamente a Rusia (que se lo pregunten a los ingleses y su Brigada Ligera), sin embargo tras la independencia ucraniana no se hizo ningún movimiento para modificar su estatus y durante más de veinte años no ha sido objeto de disputa ni de reclamaciones, por lo tanto, que Rusia actúe ahora como si jamás hubiera perdido su soberanía sobre ese territorio resulta absurdo y, sobre todo, peligroso.

Un grupo de habitantes de los Sudetes portando simbolos nazis tras la anexión, en la pancarta pone "La Alemania de los Sudetes da las gracias al Führer" más o menos (fuente desconocida)
No hay que pasar por alto el hecho de Rusia no quiere la guerra, por eso está recurriendo a esta exhibición de fuerza. Una muestra de determinación y voluntad de lucha por parte de Europa y EEUU posiblemente convenciera a Putin de paralizar sus planes, que no consisten en conquistar Crimea sino en controlar toda Ucrania, y más adelante toda su antigua esfera de influencia, pero cuanto más tardemos más difícil será que un movimiento de ese tipo tenga éxito y mayores las posibilidades de que desencadene una guerra. Una situación innegablemente precaria.

En segundo lugar, debemos examinar lo que ha ocurrido en Crimea hasta ahora. Recordemos que en esa península se encuentra la base de Sebastopol, donde permanece atracada la flota rusa en el Mediterráneo, por lo tanto para Rusia no ha sido difícil desplegar tropas suficientes como para clausurar uno de los aeropuertos de la península y bloquear a la mayoría de las tropas ucranianas acuarteladas en la región, además han bloqueado el acceso al puerto de Sebastopol, y por tanto a la Armada ucraniana (que también permanece atracada allí) por si fuera poco tienen a su disposición un transbordador en el estrecho de Kerch, que separa Crimea de Rusia por el este y que les permitirá desplegar equipo pesado en cuestión de horas. En resumen, desde un punto militar las posibilidades de Ucrania de conservar el control de Crimea, son sencillamente nulas.

Situación militar en Ucrania (Washington Post)
No ayuda, además el hecho de que ayer mismo el parlamento de Crimea haya acordado la integración en Rusia, una decisión ilegal, ilegítima, y que difícilmente se puede calificar de democrática pues implica que una minoría usurpa el poder soberano de la mayoría. Como colofón a esa decisión el mismo parlamento ha decido convocar un referendum que confirme su decisión el próximo día 16, es decir se espera que la gente vote bajo la amenaza militar de una potencia extranjera, sólo con eso ya es posible establecer, más allá de toda duda, que los políticos crimeos están actuando al margen de los principios más elementales de la ética política.

En tercer lugar, la reacción internacional. De momento podemos calificarla, generosamente, como tibia, más allá de ofrecer 11.000 millones de euros (desde la UE, aunque se espera que Estados Unidos haga otro tanto) se han limitado a hacer algunas referencias a posibles sanciones, nunca concretadas, la más severa de las cuales, hasta el momento, es la de suspender la participación de Rusia en las reuniones del G-8. Aunque mi favorita,  y que de hecho está marcando el nivel, es la declaración que hizo el Presidente Obama sobre los costes que acarrearía la guerra (Putin debe de estarle muy agradecido por recordarle que las balas y el combustible de los transportes no son gratis) pero aunque pretendiese hablar de consecuencias, hay que recordar que a Bashar al-Asad le amenazó con represalias si cruzaba la linea roja de utilizar armas químicas y cruzar esa linea, hace casi un año, no tuvo ninguna consecuencia.

Relación de fuerzas militares Ucrania/Rusia (El País)
Por último, y en mi opinión lo más importante, ¿cuál va a ser la actitud de las instituciones y los ciudadanos ucranianos ante una, abierta, invasión de su territorio? En mi opinión tienen la voluntad y la capacidad de resistir en un conflicto de baja intensidad, que podría durar décadas (entre otras cosas porque los partidos ultranacionalistas y fascistas tienen grupos armados y bien adiestrados) y que desestabilizaría toda la región (eso nos incluye) y que podría suponer, al final un coste inasumible para los rusos. Es posible que una conquista fácil acabe atragantándoseles. 

En cualquier caso, la época de paz y buen rollito que hemos vivido en Europa ha llegado, de momento, a su fin, esa convicción de que cantidades industriales de dialogo podían solventar todos nuestros problemas se tambalea y la idea de que podemos renunciar a defendernos encomendando esa tarea a otros perderá algo de su lustre. La guerra (la realidad) llama a las puertas de Europa y no estamos preparados para recibirla. Sin embargo es posible reconstruir la paz (y nuestra capacidad de respuesta) pero llevará tiempo y, si no aprendemos de los errores cometidos hasta ahora, esa nueva etapa tampoco durará. De momento parece que la Historia ha vuelto, para quedarse (pobre Fukuyama).

Con esta entrada finalizamos, al menos de momento, la serie sobre Ucrania, aunque habremos de seguir la evolución de los acontencimientos. Siéntanse libres de comentar. Un saludo

Excelente editorial del Washington Post aquí

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